Por Bonaparte Gautreaux Piñeyro
La verdad y la vergüenza andan de vacaciones.
Los funcionarios que usan para su provecho los fondos públicos son premiados de una y otra manera con la permanencia en el cargo, con el aumento en los viáticos, con la cercanía de líderes y presidentes.
Esos mismos funcionarios corruptos son elogiados y aplaudidos por un coro de plumas y voces pagadas.
Esos mismos funcionarios son acogidos, adulados y recibidos por industriales y comerciantes, importadores y exportadores que quieren estar en buena con ellos para continuar obteniendo sus favores pues, al fin y al cabo, resulta más rentable tratar con ellos que cumplir con la ley.
El ejemplo que abunda es el de un roto, un carajo a la vela que ayer ni siquiera podía ensuciarse fuera del cajón, porque tampoco eso tenía, pero ¿hoy? hoy es otra cosa. Don funcionario, cuyo mérito para obtener altas posiciones es saber lamer las botas del jefe del partido o del Presidente de la República, cuya hoja de servicios sólo puede exhibir su gran ejercicio filosófico de haber aprendido a decir sí a todo lo que le dice su corifeo, se convierte de la noche a la mañana en un exitoso hombre de negocios, que para eso son los puestos públicos ¡carajo!
Y no lo sólo el funcionario se corrompe, amigos y familiares, allegados y aspirantes a amigos entienden que los puestos públicos son para hacerse. Constantemente le dicen: “Esta es tu oportunidad” “Dios tarda pero no olvida” “Nunca es tarde cuando la dicha es buena” “No vengas con pendejadas de seriedad y honestidad ¿has visto los honestos en carros de verdad, con casas de campo de ensueño, con villas en los más exclusivos centros de veraneo en las playas, viajes y cuentas en el extranjero?
Por lo menos debes salir con esos bienes ¿acaso tu paso por la administración pública debe ser un ejercicio para aprender a ser pendejo?
Y usted, búsquelos, mírelos, escúchelos, dese cuenta de cómo cambian de la noche a la mañana. de pronto visten a la medida, calzan de marcas que antes desconocían, toman tragos de botellas que nunca vieron hasta entonces y aceptan invitaciones y pago de viajes de vacaciones de industriales, comerciantes, hombres de negocios.
Observe, pregúntese para qué miles de miembros de partidos quieren ser candidatos a puestos que no merecen y son capaces de cualquier bajeza para obtenerlos.
¿Y qué me dice de los dirigentes que quieren reservarse las candidaturas?
¿Las venden, las negocian, qué persiguen con esa imposición?
Ahí llegó Juanita, antes de la Navidad y dijo: ¡ah no, yo no sé yo!
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