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viernes, 23 de mayo de 2014


Necesitamos ética  en la actividad política

Lic. Luis Ma. Ruiz Pou
20/05/2012
“Todas las desgracias de los hombres provienen de no hablar claro”. Albert Camus

 Hoy en día en nuestro país, la actividad política se ha estado desarrollando fuera del marco de la ética, por lo que la población ha estado reclamando honestidad a sus gobernantes, para que se aplique un conducta  a la actividad política; de manera que pueda aumentar la transparencia, fiabilidad y consistencia en los procesos electorales. 

Esta actividad considerada por algunos como una ciencia, debe desarrollarse con responsabilidad; y para lograrlo, las normas, los valores y los principios ayudan a una mejor sintonía con la sociedad.

Cuando se habla de un político exitoso, pensamos en el que conceptualiza un discurso bonito, con parábolas, preñado de buenas intenciones, pero actúa sin ninguna virtud en favor de la sociedad, violando los principios de la ética política.

La ética por medio de enunciados normativos, determina qué debe hacerse “mediante la formulación de principios generales y particulares, o mediante la elección de un procedimiento ecuánime y generalmente aceptado, capaz de permitir una decisión sobre cada acción éticamente relevante”.

Y es que la ética en la actividad política, es la suma de las conductas y valores que norma dicha actividad. Está claro que no puede existir un código de ética si  las personas que dirigen y accionan en política, no lo observan.

La intención de un  político siempre es importante en la vida, pero no es suficiente cuando este usa el poder como forma de intercambio mercantil, tomando decisiones para favorecer sectores poderosos y relacionados a su entorno personal, en la que las dos partes resultan beneficiadas en detrimento de la población.

Indudablemente que dos de los principales líderes ya desaparecido: Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez, como discípulos de Platón y Sócrates fueron los que más se preocuparon por las raíces políticas de toda auténtica reflexión ética y las implicaciones políticas de una elevada filosofía moral.

“Las relaciones de la política con la moral siempre han sido complicadas y, en más de un caso, incompatibles. Desde Maquiavelo a Weber, pasando por Pareto y el propio Marx, la moral parecería ser un elemento desechable, subordinado a intereses superiores, cuando no una peligrosa reivindicación de personajes ascéticos y sombríos que pretenden organizar a la sociedad como si fuera un convento”. (Rogelio Alaniz, Moral y política, una relación compleja)

Estos líderes, con sus discursos conceptualizados, intentan inevitablemente relacionar la moral con la política.  Desde un tiempo a esta parte, han organizado políticamente a esta sociedad sobre la base el populismo y el clientelismo político, subvencionando la corrupción y el transfuguismo; desconociendo la existencia de normas morales, cuyos conceptos nunca los ponen en práctica.

Ellos están conscientes de que el hombre por naturaleza carece de necesidades que le exige satisfacer, por lo que responden a diferentes hábitos que componen su vida. Por su formación estomacal, le venden el alma a cualquier político corrupto sin importarle las consecuencias futuras para su familia.

“Todo puede, merece y debe discutirse, pero una sociedad permisiva o cómplice con dirigentes ladrones, falsarios o corruptos no tiene destino, como tampoco lo tiene una clase dirigente que en nombre del cinismo, la hipocresía o el “relato” supone que todo le está permitido”. (Ibídem).

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